Tomás flipaba

De todos los recuerdos que tengo de Tito (yo siempre le llamé así), hay dos que son los que aparecieron claramente en mi memoria el día que me enteré de su fallecimiento. No se si son los recuerdo más divertidos, más entrañables, o los más curiosos, son simplemente el primer recuerdo que tengo de él, y el último, de el último día que lo vi, poco antes de las navidades de 2019.

Para el primer recuerdo tengo que remontarme al año 1996, yo era un chaval de 15 años. Un tiempo antes de este primer recuerdo de Tito, me había llamado mucho la atención ver a gente cogiendo olas con tablas largas, no las típicas que se veían en la playa, con el nose muy puntiagudo, estrechas y finas, no, estas eran tablas muy largas, con nose redondo, y que permitían al surfer remar las olas incluso de rodillas, recuerdo este hecho especialmente un día en el camañón viendo a Hugo Chas con una Bear. Yo llevaba 4 años haciendo bodyboard, pero me llamó tanto la atención aquel surf de tabla larga, que ahorré 80.000 pelas de la época, y me encargué a través del propio Hugo Chas en la tienda de Surf & Rock de la C/ del Orzán un tablón Rip Saw. Cuando llegó el tablón me pareció increíble, precioso, tremendo, estaba como loco, recuerdo estrenarlo en Razo, nunca había surfeado nada que no fuera un Body, me puse de pie en alguna de las primeras olas, y ya nunca dejé de usar mi tablón, aún combinándolo un tiempo con el bodyboard, y con el surf unos años después.

Un día de sol con olas pequeñas pero bonitas, de esos primeros días en los que yo andaba como loco con mi tablón nuevo, surfeando la derecha del camañón, apareció un señor con un neopreno grueso de mangas cortas (mas bien cortadas). Recuerdo que remó hacia donde yo estaba, y se colocó a mi izquierda, respetando la preferencia, me miró, lo miré, y seguimos un rato sin hablar. Cuando le ví coger la primera ola, me impactó lo fuerte que remaba, hundía el brazo hasta mas allá del codo en cada remada, y tiraba con fuerza hasta entrar en la ola. Al rato volvió a sentarse a mi lado, y entabló conversación. No puedo recordar que fue exactamente lo que me dijo, pero recuerdo parte de lo que hablamos con claridad. En aquella época Tito tenía un bajo en la C/ Trabajo, y tenía la idea de que la gente que andaba con longboard pudiera dejar las tablas en su bajo, recuerdo que me decía que viviendo en un piso un tablón era muchas veces una incomodidad, que era difícil que entrasen en el ascensor y por la escalera era fácil que se llevasen algún golpe, además, ese bajo sería como una segunda casa, que lo mismo podía ir con colegas, e incluso con alguna chavala. Durante algún tiempo dejé allí mi tablón, me molaba la idea de tener un sitio donde coincidir con otra gente del surf y del tablón, pero a los que no les hizo tanta gracia fue a mis padres… supongo que era otra época, Monte Alto no era lo que es hoy, y con algo de sobreprotección de la que no les puedo culpar, me dijeron que llevase la tabla para casa otra vez. Le expliqué lo que me había pasado, y recuerdo que me dijo que le hiciera caso a mis padres, le devolví la copia de las llaves que me había dado. Siempre me trató bien Tito.

El último recuerdo es especial para mi. Tengo un primo de 10 años, Tomás. Tomás lleva unos años haciendo surf, y a ese pequeño se le da bastante bien. Sus padres no hacen surf, así que yo he tomado con gran gusto la función de tutor en ese ámbito, ayudándole a elegir material, enseñándole videos, contándole historias, en definitiva disfrutando mucho de compartir sus inicios en el surf y comprobar la pasión que tiene por este “deporte”. 

Una de las primeras decisiones importantes fue comprar su primera tabla de fibra, y después de comentarlo con sus padres, estos terminaron por comprarle una Soul de segunda mano, un thruster en unas condiciones muy buenas para un surfer de la edad de Tomás. Tomás se pegó todo el verano dándole mucha tralla a su tabla, y esta llegó al final del periodo estival con algunas heridas que se fueron tapando con cinta americana, hasta que se hizo evidente la necesidad de una puesta a punto. Reconozco que me hizo especial ilusión pensar en llevar a Tomás a que pisase por primera vez el taller de Tito. Todos los que hemos estado dentro, sabemos que ese taller te daba una sensación especial, y me emocionaba e intrigaba al mismo tiempo la reacción de mi pequeño primo cuando se encontrase con ese lugar y en presencia de un personaje tan singular como Tito. Le deje al viejo la tabla unos días antes explicándole quién era su propietario, como siempre me señaló el plazo en el que la tabla estaría lista, y lo organicé todo para recoger a Tomás de su clase de natación, e ir a recoger su tabla preparada. 

Llegamos, la cadena no estaba puesta y bastó con empujar la puerta para entrar, e inmediatamente vi que Tomás flipaba, primero con un gesto de incredulidad, y después mostrando mucha curiosidad, no creo que nunca se imaginase que un sitio así pudiese existir, una generación acostumbrada a otro tipo de cosas y experiencias, aquello para el debía ser otro planeta. Tito estaba al fondo, en el cuarto de shape, así que avanzamos por el taller y al llegar junto a él y le presenté al viejo a mi primo, noté que el trato de Tito a Tomás era cariñoso, me sorprendió, no porque tuviera a Tito por alguien arisco, si no porque realmente trató a ese chico con mucha atención y explicándole muy bien lo que había hecho en la reparación de su tabla, por su parte el niño le preguntó si la moto que había dentro del taller era suya. Todo fluyó, le expliqué a Tomás que ahora que ya conocía a Tito, ya sabía a donde podía llevar su tabla a arreglar, y tras una breve charla, nos fuimos de allí con la tabla reparada. En el camino a casa Tomás me fue preguntado por Tito, -¿viste que tenía un saco de boxeo?- me dijo. 

Sus padres me confirmaron días después que el chaval había salido encantado, que les habló de todas las tablas que había allí dentro, de la moto, de que la nevera estaba llena de herramientas y del saco de boxeo, yo por mi parte estaba orgulloso de haberle proporcionado esa experiencia a un niño ilusionado, sabiendo, o creyendo saber, que disfrutaría de ese lugar durante años. Es agridulce, Tomás no va a tener a Tito como referencia en su vida de surf, pero me alegro de haber compartido con el esa primera y última visita, y me aseguraré de recordarle que hay una parte de pureza, honestidad, y libertad en el surf, y que Tito encarnaba esos valores en nuestra comunidad.

Libros del Océano