Otra vez

Según la Comisión Europea cada año son vertidas al medio ambiente  entre 52.000 y 184.000 toneladas de pélets de plástico debido a un manejo incorrecto en su cadena de suministro. Este volumen es equivalente a 2.100-7.300 contenedores como el perdido el 8 de diciembre por el buque Toconao frente a las costas de Portugal. Un incidente grave que ha hecho saltar estos días todas las alarmas, pero que no deja de ser un capítulo más de los miles que acontecen cada año.

Aunque cueste asumirlo, y por mucho que nos esmeremos con las limpiezas, el daño ya está generado. La llegada de pélets a nuestras playas remarca la urgencia de avanzar en legislaciones que hagan frente a una afección que se podría evitar, en gran número, con medidas preventivas. 

En octubre del año pasado, la Comisión Europea presentó una propuesta legislativa que tiene como objetivo prevenir la contaminación por pélets (propuesta COM (2023) 645; se recomienda su lectura), y que incluye, entre otras acciones, el empleo de envases antiperforación en su transporte. La propuesta identifica a la granza de plástico, nombre con el que se conoce a los pélets en el sector industrial, como la tercera fuente de liberación no intencionada de microplásticos al medio ambiente. Pero a pesar de que en el texto se remarca la grave incidencia de su vertido en los océanos, su redacción actual no incluye controles o medidas sobre el transporte marítimo. Una carencia que es preciso corregir. De momento es la Organización Marítima Internacional (OMI) la que está estudiando medidas para minimizar el riesgo asociado a su transporte en el mar. La demanda en avanzar en nuevas normas y controles que eviten la llegada de pélets al medio ambiente es vital. Porque es muy importante remarcar que, tal y como se ha demostrado que, una vez ocurrido el vertido, la capacidad de acción, tanto en mar como en tierra, es mínima, mientras que los impactos que se generan son muchos.

Este vertido ha tenido eco por su volumen y gracias a la alarma y respuesta ciudadana. Pero hemos de destacar que no es algo puntual; estos días tenemos un problema grave de pellets, pero continuamente llegan a nuestras costas plásticos de todo tipo y tamaño, recipientes con productos químicos… El día a día en cualquier playa nos muestra una realidad muy negra a la que habitualmente se le da la espalda. Entre los efectos negativos de la presencia de plástico en los océanos, tal y como se recoge en la propuesta COM (2023) 645, se encuentran los daños físicos, o incluso la muerte, de especies marinas y costeras por su ingesta (por ejemplo, tortugas marinas, aves marinas y crustáceos), ya que si los elementos de plástico no logran atravesar su sistema digestivo pueden provocar mal nutrición o inanición. Además, las piezas de plástico disponen de potencial para actuar como vector de transmisión de sustancias tóxicas o microorganismos patógenos. También contribuyen al cambio climático, pues constituyen una fuente adicional tanto de emisiones de gases de efecto invernadero como de presión sobre los ecosistemas y la biodiversidad. Los plásticos presentes en los océanos también pueden interferir en la capacidad de los océanos para absorber y capturar dióxido de carbono. A todo ello se suman los efectos negativos en las actividades económicas, como la pesca comercial y el turismo.

Es muy importante en la fase actual del vertido que no incrementemos más los impactos. Aún está muy extendida la falsa creencia de que los arenales son desiertos de arena con ausencia de fauna. Desde hace décadas la ciencia ha revelado que las playas están repletas de vida microscópica y macroscópica. Un ecosistema único que no se da en ningún otro hábitat marino, ocupado por especies de invertebrados, tanto en superficie como bajo la arena, que se han adaptado al movimiento constante del sedimento y a la acción del oleaje. Una estructura ecológica compleja que proporciona hábitats para muchas especies, y en donde las algas actúan como centros que acogen una alta diversidad de organismos. Es por ello muy importante valorar, antes de emplear un procedimiento de limpieza, si las cantidades que es factible retirar compensan los daños que seguro se van a producir con la extracción. Más importante que no llevarse arena es no retirar los elementos que acogen esa diversidad. Hemos de ser conscientes que la recogida efectiva de pélets en las playas es imposible de realizar sin causar un efecto negativo en el medio ambiente, daños que pueden llegar a ser elevados si se emplean medios mecánicos o de aspiración. Estas no son técnicas de actuación admisibles.

Lo ocurrido estas semanas, la falta de acción por parte de las autoridades, la escasa y mal trasladada información a la población…, nos revelan que los protocolos que deberían existir para actuar ante casos como este, y otros más graves, siguen sin funcionar. Ha faltado, y falta, análisis, información, capacidad de respuesta, instrucciones claras y una toma de decisiones basada en criterios técnicamente coherentes. Otra vez.

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