Un fulano

Era el que aparecía a cualquier hora del día por el  portal de su casa en la Ronda de Outeiro. Para los chavales era un poco transparente pero a él siempre le llamaba la atención aquel fulano, tan delgado, tan enérgico.

No sabía que estaba tendiendo una mano a diciembre de 2020 desde aquellos grises años ochenta. El hijo del frutero apenas llegó nunca a cruzar con el viejo más que una suerte de gruñidos para establecer el orden de cruce de trayectorias.

Hombre rana al gua. ¿Había algo más extraño que un fulano en una moto vestido de hombre rana y con una tabla en la mano? Descalzo y salpicando la acera con agua del océano recién cosechada. 

Nuestras vidas se tocaron en aquellos años y vuelven a hacerlo ahora que me entero por fin de quién era el fulano. Tito, goodbye señor. Hemos discurrido en el mismo tiempo y surcado el mismo mar, y me siento enormemente afortunado por ello: por reconocer cómo se forja una leyenda. 

Tito, no estoy triste porque sé que estas con nosotros, como siempre.

Libros del Océano