La Rufo's de la flecha

“Entre 1978 y 1980”, - me cuenta Luis Veiga -, “una gente de la Cruz Roja del Mar de Valdoviño, aconsejados por Maso, se acercaron a Coruña y compraron esta tabla. Su fin sería el rescate de bañistas en la playa de A Frouxeira, aunque nunca se usó para este menester dada la inexperiencia del personal en el manejo de dicho artefacto. Su cometido pasó a ser el de objeto de bautismo surfero para algunos de los socorristas que, por aquel entonces, prestábamos servicio en la caseta. Creo que nunca nadie llegó a aprender con ella del todo, más que nada porque éramos muchos. Luego recuerdo que la usó Javi Paz, aunque no sé si ésta fue la tabla con la que aprendió".

"¡Claro que la recuerdo!” - sigue Javier Paz -. “Era la Rufo ́s de la caseta de Valdoviño. ¡Cómo ha pasado el tiempo!. Era otra época. La parafina la traía Pepe Touceda de Bazán, y los trajes, de la casa Nemrod, tenían la cremallera por delante. Recuerdo que el cuello era como el de una camisa. Yo la utilicé varios veranos, tres o cuatro. Por invento llevaba una cuerda de 8 mm de nailon y un trozo de manguera del butano atado al tobillo con un nudo".

Luis Veiga, quien aparece en esta foto al volante de un boogie, con la Rufo's en el techo, continúa con el relato: "Unos pocos años más tarde, sobre 1985, fue rescatada del almacén invernal de material de socorrismo, que en aquellos años se encontraba en La Cabana, en las naves que después serían la discoteca “La Nave”. El responsable del rescate fue un antiguo socorrista, José Agulló, que creo recordar fue uno de los que participó en la adquisición de la tabla. Esta vez la tabla volvía a sus manos con la clara convicción de aprender a surfear.

La he visto surfear hasta 2 metros muy bien puestos en Pantín y conservar una linea perfecta en el take off. Recuerdo perfectamente al pobre de José, con la tabla y sin traje de neopreno, entrando en el agua como una auténtica moto, directo al pico, y cómo cada vez que pillaba una ola, se salía a la arena a correr por la playa para entrar en calor.

Tras la Rufo ́s se compró un trifin moderno, y de nuevo la Rufo's cayó en el olvido”.

Posiblemente la tabla regresó al almacén de socorrismo, y desde allí pasó a la caseta de Esmelle, en dónde Antonio Vázquez la conoció:

“La Rufo’s, como tantas otras, era la típica tabla de caseta de socorrismo. Sin dueño reconocido, la tabla pertenecía a la playa; cuando yo la conocí, a la de Esmelle. Como tal, la misma era usada por todo el mundo para las cosas más diversas. Su uso principal evidentemente era para coger olas, pero también se empleaba como tobogán para los más pequeños, para hacer travesías por el Vilar o la Fragata, para ir a coger percebes, bucear, y también como ayuda en algún rescate. Hasta que un día la perdimos de vista“.

Años más tarde, un día en el que Antonio fue a bucear, se volvió a encontrar con la tabla, pero esta vez entre las rocas de los acantilados de Cabo Prior, llena de golpes y con varios agujeros en los cantos. No sabía cómo la tabla había llegado hasta allí, ni cuánto tiempo llevaría golpeándose contra las rocas.

Con la tabla ya en casa, Antonio pudo reconocer que, antes de su varada, alguien le había modificado la cola, que dejó de ser un afilado pin tail, a tener una gruesa popa de forma redonda. También la habían vuelto a pintar, aunque respetando sus colores y diseño original, pero con pintura de barco, con una gruesa capa sobre la fibra original. Los nuevos colores eran más llamativos si cabe, y le daban a la tabla un aire propio de un superhéroe de cómic.

A través de Antonio, y muchos años después, la tabla volvía a encontrarse con los hermanos Veiga. ”Hace un par de años, mi hermano Ricardo me llamó para decirme que tenía una sorpresa en casa: una gente de Cobas le había llevado algo al taller. Me presenté raudo, y allí estaba después de tantos años, pintada por encima de la original. Me llevé una gran alegría y me transportó muchos años atrás”.

Tras arreglarle Ricardo los golpes que tenía, Antonio decidió devolverle a la tabla su lustre perdido, y hace dos años se la llevó a Sergio Gonzalez, de Sublime Surfboards, para restaurar. Hoy la tabla vuelve a estar lista para echarse al agua, y seguir viviendo nuevas aventuras.

Libros del Océano