O Demo

Vivía en una casa de piedra de una aldea de la costa gallega. Su carácter esquivo y un tanto agresivo hacía que tuviese poca relación con sus vecinos, incluso con aquellos a los que conocía desde pequeña. Entre todos ellos se había ganado a pulso el mote de “O Demo”.

En sus paseos de leira a leira iba siempre acompañada de una fouciña, agarrada con fuerza en una de sus manos, como si estuviese dispuesta a utilizarla en cualquier momento. Cuando se cruzaba en los caminos con sus vecinos percibía en su rostro, y en el modo en cómo les cambiaba el paso, temor. Y esa sensación, ese poder, le gustaba.

Sin embargo, había un camino en el que su ‘fuerza’ se desvanecía. Para cruzar de un lado a otro del valle sólo había una opción: rodear el lago. El camino más lógico, el más corto y llano, no era accesible para los vecinos, ya que cruzaba el Campo de tiro y los terrenos ocupados por los militares. Entrar en el Campo de tiro estaba prohibido.

Un día, sin saber muy bien por qué, decidió no rodear el lago, y llegar a casa por el camino lógico.

Superado el lago, y cuando comenzaba a subir al outeiro, un soldado le salió al paso y le dio el alto apuntándola con su escopeta. Enseguida llegó el mando del campo, un Capitán de corbeta de carácter negociador. Se acercó a ella e intentó convencerla para que se diese la vuelta y volviese sobre sus pasos. Pero en cuanto se dio cuenta la fouciña de ‘O Demo’ estaba en su cuello. “Ou deixádesme pasar ou rebáñote o pescozo aquí mesmo”.

O Demo había extendido su sombra.

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