Un día de invierno, resguardadas del frío dibujando en un café del centro, Blanca Escrigas me enseñó en secreto unos bocetos repletos de aromas de verano en los que se contaba una historia de aventuras y superación personal. No sé si era más bonita la historia o los bocetos. Cada página estaba maquetada con tanta ilusión y amor, que el sentimiento de Blanca lo hice mío. Guardé el secreto, con la modesta complicidad de la que sabe que está ante algo grande. Paso a paso lo vi crecer. Y hoy, ese secreto se transformó en una preciosa realidad.
— A vella fábrica de lápices