Justin Quintal
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Cuando tenía 2 o 3 años, íbamos habitualmente a Satellite Beach. Mis padres me cuentan que de pequeño era un bebé más bien llorón, y que el único lugar en el que estaba feliz era en la playa jugando en el agua. Mi padre es surfista y solía empujarme en las olas. Fue así como empecé.
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Paciencia. Hay que tener paciencia en el agua. Hay que aprender a esperar la ola adecuada (…). El surf es el juego de la espera. Sin embargo, empiezo a perder la paciencia cuando llevo un tiempo sin surfear buenas olas. Aprender a lidiar con eso ha sido para mí uno de los aspectos más difíciles del surf.
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Lo de que "solo un surfista conoce la sensación”, o lo de "no es el destino, es el viaje", son tonterías, frases hechas, aunque ciertas. Tanto en el agua como en la carretera vives experiencias muy hermosas. Pero para mí, coger una buena ola y enseñar a surfear a alguien que realmente lo aprecia, son las dos partes más gratificantes del surf.
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Mi padre me enseñó a surfear cuando era muy joven. Recuerdo que odiaba el surf cuando hacía demasiado frío o viento. Ahora trato de aceptar que el surf tiene ese algo primario que te lleva a enfrentarte a elementos y situaciones a las que normalmente no te expondrías. Y hay algo muy especial en eso.