Lecciones de surf
Cierta tarde de un sábado del año 1988, junto con tres amigos, nos fuimos a Malpica en una furgoneta DKW, propiedad de los padres de uno de nosotros, vehículo que utilizaban para el reparto de pan. Eran los medios que había para desplazarse y son los medios que aún hoy existen para viajar a las playas en busca de olas. Los recursos eran limitados y había que compartir vehículo, igual que ahora, éramos novatos en este deporte mágico, que tanto da a los practicantes. En Razo habíamos visto, hacía poco tiempo, a unos neozelandeses deslizarse en esas tablas, que nosotros pudimos adquirir por fin. Fueron estos extranjeros los que nos “alumbraron” el camino del Surf, nunca antes habíamos visto ni una foto o vídeo de esta disciplina deportiva.
Cuando llegamos al paseo marítimo de Malpica, vimos asombrados que había varias personas practicando Surf, para nosotros fue una sorpresa, ya que de las pocas veces que podíamos ir, entrábamos al mar solos, porque en nuestra ignorancia íbamos con cualquier tipo de mar y de viento. Enfundados en los trajes de neopreno y con las tablas bajo el brazo, nos fuimos corriendo hacia el agua y allí conocí a tres personas que marcaron mi vida emparejada con el Surf, Chicho Torreiro, Fernando Adarraga y una tercera que brillaba con luz propia, delgada, con fino bigotillo, tipo años 50/60 que no pegaba con la estética del surf de aquel momento. Pocas veces aluciné tanto a lo largo de mi vida viendo aquellas estelas de espuma y los giros que hacían estos tres surfistas. Todavía tengo guardado en mi cerebro un giro de una ola de espaldas, en la derecha que suelta el pico de Malpica, del mayor de los tres. Pregunté como se llamaba y me dijeron que era “Tito el viejo” o “Titanius”, apodos cariñosos que lo acompañaron toda la vida hasta ayer, que fue a surfear olas más allá de Makaha.
Ese día recibimos las primeras lecciones serias de surf, mareas, vientos, como se forman las olas, maniobras, enseñanzas que me acompañaron toda la vida. Para nosotros, aquellas tres personas eran “extraterrestres”. Estas lecciones, el primero que nos las dio, fue Roberto Fariña, “Tito”, me consta que se las dio a miles de jóvenes que comenzaban su andadura en este deporte. A Tito la humildad y grandeza lo acompañaron toda la vida, siempre estaba para ayudar a quienes necesitaban que les arreglaran una tabla, o para hacer de dos trajes uno, cuando casi no había materiales ni dónde comprarlos. Desde ese día, cada vez que entraba a surfear, con la mirada buscaba a Tito en el agua, o tenía la esperanza de que entrase, porque ese baño sabía que iba a ser especial.
Podría contar muchas anécdotas más de Tito, pero sería egoista narrarlas ahora, cuando sé, que esos miles de surfistas que recibieron sus consejos o su ayuda, tienen las suyas propias.
Cada vez que entre en el agua, mi primer recuerdo será para Tito, de su electricidad al caminar por el Paseo Marítimo y de su fina ironía. En mi retina guardo una imagen de Tito al lado de la Fuente de los Surfistas en El Orzán. Siempre te recordaré observando como rompe el pico del Matadero.
Descansa en Paz, amigo Tito y gracias por ayudarme a ser mejor persona.
Hay una escena de la película «El gran miércoles» que resume mejor que este artículo, lo que significas para mí, Tito.
“Pocas veces aluciné tanto a lo largo de mi vida viendo aquellas estelas de espuma y los giros que hacían estos tres surfistas. Todavía tengo guardado en mi cerebro un giro de una ola de espaldas, en la derecha que suelta el pico de Malpica, del mayor de los tres. ”